COMUNICACIÓN Y ESPERANZA

Acojo dos palabras centrales del discurso de su Santidad el Papa Francisco con ocasión del Jubileo 2025, en ese anhelo de renovar la fe. En su proclama hizo una petición fundamental: De que los comunicadores y periodistas ayuden a cambiar el mundo a través de una información o comunicación con esperanza. A través de un llamado crítico con mansedumbre, esparciendo la semilla de la esperanza que habita en sus corazones; suplicó desarmar la comunicación, diciendo la verdad, sabiendo explicar cómo y de qué manera, en nuestro mundo se tiene que vivir con la comunicación por la dignidad de las personas, no mintiendo y tampoco haciendo una vida imposible, por pensar diferente…

Ya vamos cerrando este primer capítulo de 2025, enero se va despidiendo con algunas cifras alarmantes, que para el gran conglomerado de la población poco les importa, mientras ellos tengan la aparente comodidad y tranquilidad. “No preguntes por quién doblan las campanas, porque el rato menos pensado puede ser por ti”, es fundamental que hagamos nuestra parte, siendo conscientes y analíticos de la dura realidad que afrontamos.

No repliquemos un mensaje, sin antes haberlo contrastado, según datos recientes: 28 de cada 100 personas son pobres y casi 13 están en la pobreza extrema. Cerca de 5 millones de personas sobrevive con 3 dólares diarios y más de dos millones con $1,70. Mientras que 58 de cada 100 trabajadores del país laboran en el sector informal. Estas cifras son un indicador claro de que el Ecuador no está bien. Si no se endereza la economía, esta agonía  que vivimos seguirá siendo aprovechada por el “cacicazgo de esos mayordomos neoliberales criollos”.

Todos buscan progresar con un trabajo digno, siendo un aditamento el estudio, con esfuerzo y dedicación. Y ya, en un primer gran peldaño, disponiendo de un título universitario, ese anhelo de prosperar para la gran mayoría se vuelve trunco, pero para “ciertos privilegiados, avivatos, bendecidos” se convierte en una insatisfacción de ambición gracias algún generoso acólito. En ese afán de querer desterrar el oprobioso “cáncer de la corrupción” que campea y tanto daño hace, sin que ningún comunicador diga “esta boca es mía” me permito acompañar el siguiente relato verídico:

Aproximándome al inicio del siglo XXI, luego de cursar la secundaria me trasladé desde mi terruño natal hacia la ciudad de Cuenca para proseguir con mis estudios universitarios. Los días domingos (ya cayendo la noche) en la parada de los buses del terminal terrestre, era el lugar de encuentro de algunos coterráneos. Uno de mis hermanos mayores se apreciaba de ser amigo de un círculo de personas  del centro cantonal, mientras que para mí, simplemente eran conocidos.

Pasaron algunos años, varios egresamos de las carreras que iniciamos. En cierta ocasión realizando trámites de adjudicación del predio de mis papás, coincidí en el Departamento de Obras Públicas de la Ilustre Municipalidad, con uno de esos “conocidos” y no amigo, quien iniciaba su labor profesional. Le saludé y me dirigí a él, por su nombre, luego de intercambiar algunas expresiones, nos despedimos.

Ya por el año 2005, por esos avatares de la vida, nuevamente coincidimos en un cantón de la Amazonía Sur, en donde fungía de Director de Obras Públicas y con respeto procedí a saludarlo, de la misma forma de hace pocos años atrás. En un tono de evidente enfado y malsano orgullo me increpó que me dirija por su título de ingeniero… Sin quedarme corto de palabras, resumiendo concluí diciéndole que el título no hace a la persona.

Ese indecoroso pasaje me hace recordar algo similar, ocurrido en ese mismo municipio y administración, a quien un “funcionario de libre remoción del Concejo”, colérico me recriminó que antes de su nombre, agregue “doctor”. Le recordé que en el pasado, coincidimos en el barrio de San Roque y esa casa donde vivíamos, para finalmente decirle que era un arrogante engreído…

Retomemos el relato inicial: Luego de ese penoso momento, meses más tarde supe que renunció a su cargo, aunque le perdí la pista, siempre muy diligente le veía. Un nuevo Gobierno constitucional se instauró en el país, quien con amplia solvencia y popularidad, años de prosperidad y bonanza tuvo. En nuestra provincia, no fue la excepción, ya que a un modesto profesional, la población su voto le confió y, por diez años un importantísimo cargo ocupó. Y “ese no tan infausto ciudadano” con él, se mandó a mudar, en donde como contratista selecto, se destacó y su patrimonio ostensiblemente incrementó.

El diablo mal paga a sus feligreses, así reza un adagio popular, aquel grupo de nobeles profesionales que decían honrarían el encargo político e instaurarían la refundación de la administración pública con eficiencia y pulcritud, luego de las dulces mieles del poder, ni cortos ni perezosos se quedaron. En otro movimiento político, fueron admitidos y cual espiral que no tiene fin, de las prebendas y emolumentos que otorga la resignación o ceguedad de sus habitantes más esa nula fiscalización, siguen  a sus anchas, cual Cid Campeador Cañari  o El Quijote con el infaltable Sancho, de los contratos sin fin…

No perdamos la esperanza, hagamos de la comunicación un faro de luz por amor a la verdad y honor al lugar que nos vio nacer. Es hora de empezar a investigar para esta oscura maraña, develar y transparentar porque esta tierra milenaria debe ser un lugar de equidad e igualdad de oportunidades y, no solo para esos cuantos “finos” cañaris y sus lacayos.

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