OTRO CAÑIRICO QUE LEVANTA EL VUELO

El vuelo de un Cañirico es vuelo de Cóndor, raudo, altivo, poderoso. Se fue el Primo del Alma: Marco Dilio Ovidio López Serrano y su partida lo ha sentido Azogues con un dolor profundo porque fue un hombre bueno, tranquilo, sereno, respetuoso en cuyo idioma no cabían las malas palabras y eso lo certifico porque juntos departimos por muchos años las melodías de la quebrada de Perruncay. Lo conocí en la dimensión de su integridad y honorabilidad. Lo recuerdo graduándose en la primera promoción de: Contador Público, Bachiller en Ciencias de Comercio y Administración, en el colegio Técnico, hoy “Luis Rogerio González”; bandeándose la vida en su primer trabajo como Boletero del Teatro Municipal, administrado por un Dr. de apellido Ramírez. Luego cuando éramos alumnos del » Juan Bautista Vázquez» en calidad de Bibliotecario, después colector que es quien tenía que manejar los recursos en aquella histórica gira a todo el Perú, incluida la capital imperial de los incas e1 Cuzco, Macchu Picchua, Sagsayguamás, Pucapucara, Chan-chán.

Fue Profesor de Inglés en los colegios Técnico, Franciscano, La Salle y Juan Bautista Vázquez, donde se jubiló. Recordaba con honor que su alumno fue el nuevo Cardenal Monseñor Luis Gerardo Cabrera Herrera.

Emprendiste el viaje PRIMO y te vamos a recordar mientras la memoria exista. Borges decía: «Dame Señor Coraje y alegría para escalar la cumbre de este día» Y Trotsky expresaba: » La experiencia nos ha enseñado que no es necesario empujar a las malas noticias. Su peso las hace que caigan solas”.

Hay que morir la vida para vivir la muerte dice la Filosofía. Morir es vivir eternamente. Afirmación de la vida por negación de la muerte. Camina, camina, caminante. Vida-muerte- Muerte-vida, nunca lograrás alcanzar los confines, si no logras vencer a la muerte, transmutándola en vida, en tránsito de permanente herida.

El hombre es la criatura más libre que conozco, lástima que siempre se lo encuentra encadenado. Lo único más triste que morir es no saber vivir.

Es conveniente volver de cuando en cuando una larga mirada hacia la profunda alameda del pasado; en ella aprendemos los verdaderos valores, no en el suspiro del día.

Hombre silencio, soledad, eslabón perdido, luciérnaga sonora, en el invisible e inaudible caos. Micro cosmos sin espacio. Hombre desolación, desamparado; hombre dolor supremo en la Oración del Huerto, en la Artera provocación de diablo. Dios en Sudor de Sangre. Hombre duda, experiencia. Hombre libro, lección, sabiduría, pulido en sufrimiento; crecido en soledad y en esperanza: obligado a beber la cicuta; liberado de la rugosa piel, de la palabra inútil desatada; proyecta su figura sin contorno, hacia la luz viajera liberada.

Hombre persona en función de libertad, angustia suspendida en el espacio. Ni su libre albedrío lo libera de ser nacido para vivir la muerte.

Hombre ético, estético, sublime, en proyección de amor sublimizado; de la nada al todo en círculo concéntrico, en espiral de su yo al vacío y del vacío al canto.

Rubén Darío el poeta nicaragüense escribía: «Dichoso el árbol que es apenas sensitivo. Pero más la piedra dura porque esa ya no siente.

Porque no hay dolor más grande que el dolor de ser vivo. Ni mayor pesadumbre que la de la muerte.»

Querido PRIMO, estuve contigo hasta el momento supremo que rendiste tributo a una vida plena de realizaciones; después de todo, los pobres, los que transitamos la travesía del Cañirico también tuvimos una felicidad, la de haber compartido contigo nuestras ansias, qué más podíamos pedirle a la vida. Junto a Fernando que no te desamparamos un sólo instante dijimos nuestras lágrimas de dolor, porque a veces, las lágrimas también hablan. Tu sobrino y tu primo te dimos la despedida a nuestra manera que es única y genuina. Ve con Dios Dilio, sereno, pausado, auténtico como siempre. Nosotros trataremos de imitarte, si nos es posible.

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