LA ESPIRAL DE LA VIDA

Cuando en días anteriores recibimos con alborozado encanto que el gran amigo y destacado artista cañarense José Cela presentaba su libro intitulado: Los caminos del artista, recibí como si fuese mía, esa alentadora noticia. Porque empuñar un lápiz y empezar a garabatear en una hoja en blanco, es una tarea ardua compleja. Más aún, en estos caminos del arte que este amigo ha transitado, diría que es una fascinante transición espiritual.

Los artistas son visionarios y en sus obras habituales desentrañan un proceso creativo. El “maestro José”, a quien con respeto y agrado así lo llamo, en su práctica habitual se basa en la fe, centrado en su pertenencia de la cultura Cañari: mítica, sagrada, milenaria. En una de sus últimas acuarelas denominada: La espiral de la vida, me llevó a una profunda reflexión, motivándome a titular esta columna de opinión porque no podía quedarme con un leve comentario, sino intentar profundizar un poquito, en ese sentido de pertenencia, afincado a sólidas raíces con identidad.

Esta espiral de la vida me hizo pensar en dos obras literarias: El camino hacia la Vida Buena, un método educativo centrado en las enseñanzas de Patrick Geddes (1854-1932) y Piel entre piel: En la espiral de la vida, de Andrea Saltzman que esboza como un sistema productivo voraz quiebra la armonía  con los ciclos naturales de la vida. Con esta primera reflexión, hice una pausa y recordé el churo, elaborado con la concha Spondylus, instrumento autóctono, símil de la bocina, que convocaba a multitudes en la comarca andina y cañari.

Seguramente de los currículos oficiales, la valía de estos conocimientos estará desapareciendo: Las culturas de la  Costa y la Sierra estuvieron vinculadas mediante el uso simbólico de esta concha, permitiendo a los costeños ampliar sus horizontes comerciales y culturales; a los habitantes de la Sierra en esa apertura de acceso a la riqueza material y simbólica del mar.

La espiral es un símbolo que representa ese cambio, evolución  y desarrollo de los seres humanos en el mundo terrenal donde converge. Asociando esa espiral con la vida, ese camino que recorremos no es una línea recta; es una espiral. Donde continuamente regresamos a cosas que pensábamos haber entendido, para vislumbrar verdades más profundas.

En la espiral de la vida hay bajadas y subidas, cual tobogán  en el que cada uno de nosotros tenemos que ser el capitán de nuestro propio viaje. Hay sin duda, momentos malos y buenos. Los malos tiempos deben darnos estímulos fuertes para continuar con una nueva visión de lo que es la vida, de aquella realidad existencial. Pero en todas sus dimensiones y circunstancias, la vida es una constante lucha existencial que vale la pena vivirla.

Ya nos advertía Johann Wolfgang Goethe: El progreso no ha seguido una línea recta ascendente, sino una espiral con ritmos de progreso y regresión, de evolución y disolución. La vida cual espiral tiene intrincadas y desconcertantes vueltas. Creemos estar más allá de alguna situación y de repente nos volvemos a encontrar con alguna situación que creíamos superada, debiendo de volver a comenzar con humildad y resignación…

Pero al transitar en aquella espiral, ¿Por qué caemos en la trampa de la malsana comparación? Desperdiciándola en sinsabores, odios, amarguras, egoísmos, dejando truncos sueños  e ideales y perdiendo el contacto con nuestras emociones y sentimientos en un descuido de nuestro espíritu interior. Entonces retomemos principios andinos necesarios para la pervivencia humana como el “randi randi” o reciprocidad, el “ayni” o ayuda mutua, el respeto a las personas y a  todos los seres de la naturaleza, en esa visión propia de la vida denominada cosmovisión.

Y si de soñar, crear, construir se trata, fomentemos un proyecto de la “Escuela de Vida en Espiral” en donde se aprenda conviviendo en una forma más amplia destinada a dotar a nuestra vida con sentido y significado. Para hacer posible esta quimera se tendrían dos elementos centrales: la taptana y la chakana síntesis de la cosmovisión andina e historia viviente, en un anagrama de símbolos, en esa concepción filosófica y científica de la cultura cañari-inca en el mundo andino.

Soñemos para contribuir a la mejora de la condición humana y la conservación/ potenciación de la vida en ese pedacito de tierra que nos ha sido delegado… Y frente a la ignorancia y  arrogancia de “serviles cajas de resonancia” de pseudoperiodistas pautados a élites que  nos desgobiernan, causantes del desastre que vivimos, planteo no caer en la diametralmente opuesta  teoría de la espiral del silencio de Elisabeth Noelle-Neumann.

No acallemos nuestra voz crítica, censurando la opinión pública en aquella forma de control social, adaptando su comportamiento a las beligerantes opiniones de racismo, clasismo, xenofobia y otras más que su vil narrativa quiere instaurar e imponer. Desdibujemos aquella espiral de silencio con voces altisonantes aunque sea de una minoría.

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