De las fábulas de Esopo, ¿Cuál es la que más recuerda? En lo personal “La paloma y la hormiga”, que cumplía la finalidad de enseñarnos el valor de la solidaridad, al ayudar a otros y ser siempre agradecidos. Pero, no solo la solidaridad se ha ido perdiendo, también la honestidad, tolerancia, respeto, responsabilidad, empatía y tantísimos otros más.
La pérdida de los valores, es una triste realidad, que, con el paso del tiempo y la aparición de las nuevas generaciones y tecnologías, ha hecho que, las comunicaciones personales, se vean deterioradas. Lo cual afecta, no solo la convivencia humana, sino también al entorno natural que nos rodea, siendo una de las causas, de esta crisis social por la que transitamos.
El aumento de la violencia, el incremento en los índices delictivos, la lucha del poder por el poder mismo, sin pensar en el ciudadano común, son situaciones cada vez más comunes, pasando de ser preocupantes, a algo cotidiano; acontecimiento que el ser humano vive a diario, y penosamente, quiere normalizar, acostumbrándose a aquello.
Será acaso, ¿que estas circunstancias adversas, derivan a que, en el entorno social, se perciba con indolencia hacia lo que sucede alrededor nuestro o a las personas cercanas? Nos hemos acostumbrados a problemas de corrupción, de inseguridad ciudadana y a ser, casi nada solidarios.
Actualmente, más bien, predominan los antivalores como “hacerse rico sin saber lo que es el trabajo verdadero”, no importando los medios para lograr los fines y la poca transparencia ética, en el accionar de “ciertas personas”.
La especie humana, adquiere una escala de valores, durante el transcurso de su vida; en las épocas de antaño, en primerísimo orden, en casa, escuchando sabiamente a papá y mamá, y después en la escuela, poniéndolos en hechos prácticos. La construcción de éstos valores reflejaba el desarrollo del pensamiento del ser humano, que atravesaba por varias etapas, yendo desde lo más concreto hasta lo más sutil.
Si en casa, escasamente se corrige, los estudiantes tendrán fuertes carencias, que, en el ámbito educativo, esa carencia de “valores básicos” se manifestará en indisciplina, falta de respeto a las normas y falsear la verdad como la deshonestidad académica, con “padres de familia modernos/solapadores”, que acudirán a la amenaza o al chantaje.
En los actuales momentos, a pesar del panorama adverso, sigo creyendo que hay un atisbo de esperanza, para volver a generar los cambios desde el seno mismo de la familia, de la escuela y, por ende, de la sociedad.
Siempre me he decantado que es necesario promover la educación en valores desde edades tempranas -con políticas educativas serias-, fomentando el diálogo intergeneracional y fortaleciendo la ética con responsabilidad, en todos los ámbitos de la vida social.
Y en el lado inverso, de lado de los adultos o de los educadores, que deben de actuar con el cabal ejemplo, si carecen de aquello, o sea de valores básicos ¿Qué decir o que hacer? Poco profesionales, sin conciencia, recuerden “que orgullos y vanidades no duran eternidades” … ¿Será posible, enderezar sus inconciencias?
Y de aquella niñez & juventud, ejemplar en el estudio y esperanza de cambio, no solo es una mente llena de conocimientos, sino cultivar una formación integral (afectos, sentimientos, emociones) sensible y empática; que, frente al dolor del prójimo, con su palabra firme, prodigue semillas de verdad y que no les acallen su voz, superando el temor a la censura o la reprimenda, con valentía.
Sin perder la fe, es fundamental impulsar una cultura de la solidaridad, la empatía y el respeto mutuo, que promueva la construcción de una sociedad más justa y equitativa. Recuperemos esos valores fundamentales que se han ido perdiendo, como el saludo. Los medios masivos de comunicación, a través de campañas también pueden permear en la escala de valores personales, trascendiendo hacia la consecución de valores comunitarios.
Aún hay oportunidad de creer y crear mejores personas, la educación es un gran aliado, no solo a nivel escolar, sino fundamentalmente en el hogar, forjando la naciente y futura personalidad de los niños, ya que es el mejor lugar donde se aprende con el ejemplo desde tiernas edades.
No releguemos nuestra responsabilidad, actuemos… Y ante la presencia de antivalores como la maldad, perdonemos e ignoremos. Que nada nos haga perder la sonrisa en el rostro y la esperanza, en un desbordado corazón de paz.
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