La cuenta regresiva empezó y un nuevo año lectivo en camino va, me inquieta la sensación de saber que muy pronto dejarás la tranquilidad del conciliador sueño de las mañanas y cual salto abrumador ya te convertirás en inseparable acompañante de tu hermanito mayor, empezando a tan corta edad aquella transición del hogar a la escuela. Quisiera que en tu nueva aula, desconcertante no estés, sino al contrario: en la maestra encuentres, el cariño halagador y en tus compañeros, la expresión genuina de la palabra amistad.
Bajo esta reflexión inicial, pensando en mi segundo hijo, pretendo sustentar lo crucial de aquella etapa escolar que debe ser afrontada, llevándola con toda responsabilidad y esmero, mirándolo con acuciosidad desde el prisma de sus actores directos: padres de familia-docentes-comunidad educativa. Labor titánica y mancomunada que debería estar sustentada en una dinámica dialéctica en espiral, partiendo de una práctica vivencial diaria, transitando por una reflexión colectiva y regresando enriquecida, convergiendo en aspectos determinantes de aquella verdadera transformación educativa, anhelada.
Mientras tanto, aunque el frío de agosto se cuele en los huesos, la energía en el espíritu es infinita. Hago una ligera pausa, recreo en mi mente, recuerdos del pasado, regresando a los tiempos donde la vida era simple. Los interminables juegos de infancia, lleno de un abanico de colores: el aro, el avioncito, las escondidas, las canicas, el carro de palo y de rulimanes, los trompos y la infaltable cometa, que se expandía con ráfagas de vientos libertarios.
Cuando se jugaba, lejos se estaba de la odiosa escolarización, que toda lo esquematiza a un molde o patrón con una única salida. Por eso, tan importante es aprender jugando en la primera infancia para afincar esos sentimientos de libertad, placer y bienestar en los niños, a más de favorecer su socialización y autonomía con responsabilidad en ellos.
Nuevamente cierro los ojos, para adentrarme profundamente a ese mundo de plena paz, en donde se transitaba con tranquilidad sin temor. Ahí, donde imperaba un ambiente de familiaridad y plena amistad. Donde ese pedacito de mundo circundante era auténtico, justo, sin discrimen; con personas generosas, cúmulo de virtudes, que hacían relucir la honestidad cual rayante sol de la aurora, desterrando cualquier destello de maldad.
Porque la fe no la he perdido, realmente quiero pensar que aquello todavía es posible. Aunque a veces pueda sentirme un adulto cansado, deseando tener esa edad en la que todo era inocencia, en que las palabras fluían y no dolían demasiado. Realmente pensemos en la ternura de la niñez, entre todos ayudemos a gestionar sus emociones, que las pueda reconocer y expresar porque su carencia o exceso de cuidados, protección y afectos serán el resultado del niño del mañana, con sus consabidas acciones.
Volvamos a la filosofía ancestral, cual senda latente, entre pencos y flores de ñachag, vayamos deshaciendo sus “pétalos de vida” y esquilando al esquivo tiempo: me quiere…, no me quiere… Luego, ascender una cumbre sempiterna y con la majestuosidad de su paisaje adornado con el amarillo de campos de trigo y cebada, en medio de acordes andinos, que animaban la minga. Entonces, vislumbremos esos detalles simples, tan diáfanos del ayer, esparciendo pensamientos de “buena nueva”.
Que nunca suceda, que al llegar a educación básica se produzca una separación abismal con la educación inicial. Tamaña afrenta sería coartar esa creatividad desbordante del infante al “ingresar” a la escolaridad, con un esquema totalmente cambiante: metodologías reproduciendo patrones de la vieja escuela tradicional con docentes replicadores de lo mismo/fieles cumplidores del currículo, con expresiones: “aquí ya no se viene a jugar ni a cantar” reemplazando, con extensas jornadas de planas interminables…
Vayamos hacia las metodologías activas en educación inicial, que propician la adaptación e integración de un modelo de aprendizaje donde el protagonista es el infante, a partir de actividades o escenarios diseñados por el profesor, haciendo énfasis en lo que realmente aprenden los estudiantes y no en lo que el docente enseña, con la finalidad ulterior de una mejor comprensión y motivación en esa oportunidad de ser más participativos dentro del proceso de aprendizaje.
Continuamos con ese legado del rescate y difusión del pensamiento cañari, de los amigos del grupo cultural el “Vuelo del Cóndor, apoyando el tesonero trabajo de la Taptana Cañari, labor del académico e investigador Vinicio Vásquez. Para que el transitar sea más llevadero, es gratificante la compañía del artista José Cela, Lizbeth Gaona, Ángel Ramírez, Esteban Cajamarca, Héctor Valdiviezo y los que seguirán sumando. Está en marcha un proyecto interdisciplinario titulado: Umapakina Taptana, basado en este saber ancestral que pretende identificar las inteligencias múltiples de esos preciados niños de educación inicial.
Aporte, que con coraje y determinación ha sido concebido, esperamos en pocos días ya presentarlo. Una visión crítica y reflexiva no solo requiere de acercamientos conceptuales, sino de deliberación y acción entre todos quienes están inmersos en la responsabilidad de llevarlos a cabo, el anhelo ulterior es una educación inicial de excelencia, en mi terruño natal.
Sujeto a la crítica constructiva, aspiro conocer posiciones discrepantes, que será un invaluable aporte que abra nuevas perspectivas educativas, en este camino de aprender haciendo. A pesar de los años, siempre llevamos ese niño interior que reía a la mínima ocurrencia y en su cara tenía esa sonrisa resplandeciente. ¡Alegre su trajinar con ellos! En el mío propio, acojo por partida doble: Miguelito y Davidcito, motivo y razón que me inspira.
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