Esperanzas para el 2025

Con el inicio del año 2025, los ecuatorianos enfrentamos un panorama cargado de esperanzas y expectativas, pese a las dificultades vividas en el pasado reciente. Esta fecha nos invita a cavilar sobre las lecciones aprendidas y a proyectar nuestros anhelos hacia un futuro que, aunque incierto, puede construirse con decisión y esfuerzo conjunto.

El año 2024, a nivel global, se destacó por su caudal inconmensurable de sucesos impactantes: guerras fratricidas, catástrofes naturales, inseguridad social, y migraciones masivas que recordaron las profundas desigualdades sociales del mundo contemporáneo. Ecuador no estuvo exento de estas problemáticas, enfrentando un serial de crisis multifacéticas que exigen soluciones urgentes e inaplazables en el presente.

En el contexto nacional, el 2024 fue marcado por un gobierno de transición derivado de la «muerte cruzada», una figura constitucional “sui-géneris” que reveló la fragilidad de nuestras instituciones democráticas. La inestabilidad política, sumada a la arremetida de bandas criminales y la creciente inseguridad en ciudades como Guayaquil, dibujó un escenario desalentador. La Asamblea Nacional, lejos de ser un espacio de construcción colectiva, se convirtió nuevamente en espacio de disputa por intereses partidistas, dejando de lado las necesidades inminentes de la ciudadanía.

Desde una óptica provincial, Cañar y su capital, Azogues, enfrentaron los mismos desafíos estructurales que el resto del país: falta de recursos, escasas obras públicas y una gestión local limitada por las restricciones presupuestarias. Sin embargo, los habitantes de estas tierras mantienen viva la esperanza de que el 2025 sea el año de la reactivación. La infraestructura vial, el acceso a servicios públicos como agua potable y energía eléctrica, y el apoyo a emprendimientos locales, son prioridades para una región que busca trascender el estancamiento. En el caso específico de Azogues, la reactivación económica debe pasar por el fortalecimiento de su mercado local, el impulso al turismo cultural y gastronómico, y la mejora sustancial de su infraestructura urbana. Los gobiernos locales tienen la responsabilidad de liderar estos procesos, pero la ciudadanía también debe involucrarse activamente, proponiendo soluciones y exigiendo resultados.

La prolongada sequía que afectó al país y que derivó en cortes de luz y agua potable evidenció la vulnerabilidad de Ecuador frente a los embates climáticos. Esto también impactó a nuestra provincia, donde la agricultura, actividad primordial para muchas familias, sufrió graves perjuicios. La adaptación al cambio climático y la implementación de políticas ambientales sostenibles son pasos imprescindibles para garantizar la seguridad alimentaria y el desarrollo regional. Son temas que no deben subestimarse.

Pese a estas adversidades, el ESPÍRITU RESILIENTE de los ecuatorianos emerge con fuerza. Este año debe convertirse en una oportunidad para reconstruir la confianza en nuestras instituciones y reactivar la economía mediante inversiones estratégicas en sectores clave como educación, salud y tecnología. Es también el momento de fomentar (no ahuyentar) la participación ciudadana en la gestión pública, promoviendo un modelo de gobernanza inclusivo y transparente.

El año 2025 llega con un gran potencial para transformar las dificultades en oportunidades. La colaboración entre sectores, la PLANIFICACIÓN ESTRATÉGICA y la ejecución eficaz de los proyectos deben ser el norte que guíe nuestras acciones. Que este nuevo año sea de progreso compartido, donde los sueños de un Ecuador más justo y equitativo se conviertan en realidad.(O)

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