Cada año, el 3 y 4 de noviembre marcan fechas significativas en nuestra historia: la Independencia de Cuenca (1820), la de Azogues (1820), y la Provincialización del Cañar (1880). Estas efemérides no solo conmemoran acontecimientos históricos, sino que invitan a la ciudadanía a reflexionar sobre el significado profundo de la libertad y el progreso social que esos logros representan. Sin embargo, en medio de la crisis energética, financiera y moral que atraviesa el país, es fundamental repensar la forma en que abordamos estas celebraciones.
A menudo, las festividades cívicas se reducen a desfiles, fiestas populares y eventos artísticos que, aunque tienen su valor cultural, a veces desnaturalizan el propósito de la conmemoración histórica. Es indispensable que estas fechas sean momentos para promover el debate, la reflexión y el aprendizaje. Conferencias, charlas y mesas redondas pueden ser instrumentos valiosos para analizar el impacto de esos hitos en el presente, y su relevancia en la construcción del futuro del país.
La provincia del Cañar, originalmente creada bajo el nombre de Azogues, adoptó su denominación actual tras la Ley de División Territorial. Este cambio nominal no solo representa una modificación administrativa, sino que subraya la evolución histórica y cultural de la región. Asimismo, la celebración del Día del Escudo (31 de octubre), adoptado oficialmente en 1900, refuerza el compromiso de los ecuatorianos con su identidad nacional. El Escudo de Armas del Ecuador, uno de los símbolos patrios más importantes, debe recordarnos la unidad, fortaleza y libertad que como ciudadanos hemos heredado.
Lamentablemente, en muchos casos, la veneración hacia los símbolos patrios se ha convertido en un acto mecánico, carente de convicción. Es necesario que tanto las instituciones públicas como privadas se esfuercen por elevar el civismo y la conciencia patriótica. Azogues tiene tres mástiles gigantes en las entradas norte y sur; ahí deben ondear las banderas, no solo por mandato gubernamental, sino por un genuino sentido de respeto y orgullo por nuestra historia.
En este contexto, el civismo es una virtud que debemos cultivar constantemente. Sin embargo, muchas veces las celebraciones se desvían hacia actividades comerciales y artísticas que, aunque populares, no guardan relación con los eventos históricos que se conmemoran. Este desvío desnaturaliza el verdadero sentido de las fechas cívicas, transformando lo que debería ser un homenaje a la historia, en una mera excusa para extender fines de semana vacacionales o para promover ferias comerciales que poco aportan al desarrollo ciudadano.
Las Sesiones Solemnes deben ser espacios donde se resalten los logros y avances en gestión pública, en lugar de evidenciar la ineficiencia y/o la falta de acción de las autoridades. Es vital que quienes circunstancialmente ocupan cargos públicos demuestren, en estas fechas, una preparación técnica-sólida y un sentido agudo de responsabilidad social. Solo así se podrá evitar la frustración que a menudo acompaña a estos eventos, donde las quejas por la falta de recursos suelen dominar el “discurso de orden”.
Celebrar la Independencia y la Provincialización no es solo recordar el pasado, sino proyectar un futuro de responsabilidad y acción. Como ciudadanos estamos llamados a aportar, y la mejor manera de hacerlo es honrando el verdadero significado de nuestras fiestas cívicas bajo el lema: LIBERTAD, GESTIÓN Y DESARROLLO.
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