ELECCIONES PRESIDENCIALES Y POLARIZACIÓN 

Las elecciones presidenciales han dejado claro que el panorama político del país está experimentando una profunda transformación. Se ha evidenciado una polarización electoral sin precedentes, y la dispersión del voto ha puesto en jaque-mate la estabilidad de ciertos partidos políticos tradicionales que en los últimos 20 años han tenido prestigio en el país. Partidos como Izquierda Democrática, Social Cristiano, Suma, Creo, Sociedad Patriótica, Socialismo, y otros, han quedado relegados a posiciones marginales y vergonzantes. La votación obtenida por estos partidos ha sido tan baja que muchos de ellos podrían estar en riesgo de desaparecer del tablero político en un futuro cercano, lo cual abre un debate sobre la necesidad de una reforma electoral.

El primer dato relevante de las elecciones fue la polarización del voto. En el CNE se encuentran registrados 232 agrupaciones políticas: 7 partidos políticos, 10 movimientos nacionales, 61 provinciales, 139 cantonales y 15 parroquiales; con este bagaje, el electorado se ha visto abrumado por lo excesivo de la oferta política. En este contexto, la Ley de Partidos Políticos y el Código de la Democracia deberían ser revisados para que el sistema electoral no se convierta en un laberinto incomprensible para el votante común. Una mayor claridad en la regulación de los partidos y sus doctrinas contribuirá a una democracia más madura y menos vulnerable a la manipulación populista.

Los resultados obtenidos por ADN y por RC5, reflejan un sistema electoral que ha perdido la capacidad de generar un debate político serio y coherente. La contienda presidencial se resolvió en un empate técnico, con una diferencia de apenas “décimas”, lo cual genera incertidumbre colectiva sobre lo que acontecerá en los dos meses restantes para el balotaje (13 de abril). Ambos candidatos deberán prepararse para una campaña electoral reñida y encarnizada.

El dato relevante en este escenario es que el partido ADN se perfila como una fuerza importante en la Asamblea Nacional (A.N.), donde su bloque podrá jugar un rol decisivo, tanto en la aprobación de políticas como en la gobernabilidad. La influencia del partido será significativa, ya sea que gane la presidencia o que (en el peor de los casos) forme una oposición estratégica que condicione al nuevo gobierno. La polarización al interior de la A.N. también tendrá serias implicaciones, pues generará una dinámica de negociación de la que todos desconfiamos.

Y, lo que ha sorprendido también, es el repunte de la RC5 que superó con holgura el “techo” de votos que se esperaba. A pesar de los pesares, sigue siendo una fuerza política activa que, en esta ocasión, ha logrado consolidar su base de apoyo. Este fenómeno puede jugar a su favor en la segunda vuelta, ya que muchos de sus votantes podrían sentirse movilizados por la posibilidad de que su candidata llegue a la presidencia.

Las elecciones han dejado en evidencia un sistema político marcado por la polarización y la incertidumbre. La falta de liderazgo y de ofertas políticas coherentes de los partidos tradicionales han propiciado que fuerzas emergentes, como ADN y RC5, estén luchando por el poder, mientras aquellos se ven abocados al ocaso. Esperemos que la campaña se desarrolle en el marco del respeto…, y no en los consabidos ataques personales.

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