Ecuador, un país lleno de tradiciones, historia y cultura, cuenta con un calendario anual en el que los feriados se destacan como momentos de descanso y conmemoración. Sin embargo, en el contexto de la crisis económica y social que atraviesa, los feriados, lejos de ser un respiro, generan controversias sobre su impacto en la productividad y en la economía.
En el 2024, tuvimos 12 días de feriado, y para el 2025 se sumará un día más, alcanzando 13 días de inactividad laboral a nivel nacional. La Ley de Feriados permite trasladar algunas fechas conmemorativas para extender los fines de semana, lo cual -aparentemente- fomenta el denominado «turismo interno». Este mecanismo busca justificar los días libres como un estímulo para la economía local, incentivando a los ciudadanos a viajar y consumir. Los beneficios de estas movilizaciones no son homogéneos y suelen concentrarse en ciudades específicas, como Quito, Cuenca y Guayaquil, donde la infraestructura turística está preparada para recibir visitantes.
Aunque el argumento del “turismo” parece lógico, la realidad evidencia que quienes más gastan durante los feriados son las clases medias y bajas, las cuales sacrifican sus ahorros en actividades recreativas que a menudo generan deudas y privaciones futuras. El dinero (décimo tercero) destinado a solventar necesidades básicas termina siendo canalizado hacia sectores turísticos que, en su mayoría, son grandes empresarios.
Por otro lado, los feriados no solo afectan la economía familiar, sino también la productividad nacional. La inactividad comercial, educativa, social y cultural impacta en el avance de proyectos y en el cumplimiento de metas, especialmente en un país con desafíos económicos significativos. Ecuador difiere notablemente de países desarrollados como Estados Unidos en gestión y administración de feriados. Allá, los feriados nacionales generalmente aplican solo para trabajadores del sector público, mientras que la mayoría de los empleados en el sector privado continúan laborando. Esta dinámica se basa en una filosofía de trabajo que prioriza la producción, la disciplina y el compromiso individual con el desarrollo económico.
En países como Japón, donde la cultura del trabajo es profundamente arraigada, los días festivos son vistos como oportunidades para el “descanso breve”, sin que ello interrumpa la continuidad de la actividad económica. Además, la sociedad japonesa utiliza estas fechas para reflexionar, meditar y renovar su energía, en lugar de convertirlas en espacios de consumo desmedido y de inacción.
En contraste, en muchas naciones latinoamericanas, incluido Ecuador, los feriados se asocian más con el ocio y el gasto que con la introspección o el compromiso cívico. Esta diferencia cultural puede ser un indicador de las brechas en el desarrollo económico y social entre estas regiones. En un país como el nuestro, en vías de desarrollo y con serios desafíos económicos, es necesario replantear la práctica de los feriados. Debemos reducir el número de días festivos, priorizando aquellos con mayor significado histórico y cívico; promover actividades productivas, como ferias comunitarias, talleres educativos y eventos culturales que aporten valor social y económico; fomentar el turismo responsable, asegurando que los beneficios lleguen a comunidades vulnerables y no solo a grandes empresarios. Debemos, en resumen, educar sobre la importancia del ahorro y el consumo limitado y responsable…, especialmente durante épocas festivas como las venideras.
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