“SALIENDO DEL INFIERNO Y CAENDO EN LAS BRASAS”

Hace pocos días, junto a un entrañable amigo de larga data, ya cansados de tanta espera, en ese anhelo que llegue la energía eléctrica para finalmente poder ser atendidos por un funcionario en una institución pública, hojeábamos una vistosa revista que estaba de estreno y mientras lo hacíamos, volví a escuchar, luego de dos años y por segunda ocasión esa misma frase: Saliste del infierno para caer en las brasas… Me quedé pensando en aquel relato, entretejida en una historia que bien podría asemejarse a la de cualquiera de nosotros.

Invité a mi amigo a tomar un café para hacer más amena la espera y al calor de la plática, con esos dos aconteceres: de aquella frase y de esa elegante revista convergen los sucesos que siendo infidente paso a relatarlos:

Cierta ocasión un Director Distrital mencionó aquella sentenciante frase. Acto seguido, como una forma de tranquilizarlo a ese docente que fue víctima de un atropello laboral le indicó que acepte nomás a la nueva institución y, que sería enviado con funciones encargadas a un sector cercano a su domicilio. “El camino al infierno está plagado de buenas intenciones” o “yo te ofrezco, ve quien te cumple”, porque la palabra empeñada, jamás se cumplió…

En la primera entrevista, en la oficina del rectorado, de forma frontal señaló que “no era una institución de su agrado”, pasando a contextualizar los hechos recién acaecidos y la promesa incumplida de parte del Director Distrital. Decir la verdad parecía ser una ofensa, porque ese fue el suceso desencadenante para ganarse la antipatía. Pasaron los meses y más lo encolerizó, al presentarle dos proyectos de su autoría, frente al personal docente y estudiantil aprovechando un espacio en el “minuto cívico”. El uno de ellos versaba sobre la implementación de un Periódico Institucional Estudiantil, que nunca fue analizado peor aprobado. Imbuido de su cargo, censuró que “esa hoja volante” que de forma interna circulaba en los cursos de su tutoría y algunos textos que llevaban el nombre de ese docente, sea difundido.

Como dice la canción “nadie es eterno en este mundo”, el rector fue removido solo quedó el Plan Colmena y un docente de su confianza –a quien encargó la dirección del mismo-. Ese docente, por varias ocasiones y en plenaria, recalcaba aquel proyecto que quedó pendiente y el nombre de su autor, “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Se aprestaba el fin del año escolar, había un evento culmen: Un desfile de promociones y una revista que sintetice su trajinar histórico. La nueva persona en funciones, solicitó a ese docente que asuma el mismo, para garantizar una obra literaria de alto nivel e impacto educativo, accedería con una sola condición: Que se le dé los créditos, respetando derechos de autoría.

Luego de la consulta al Consejo Ejecutivo, esta justa petición fue negada. Al docente del Plan Colmena y a dos abejitas de su confianza, asumieron como Consejo Editorial. Pidieron aportes con artículos a los demás profesores. Oh tamaña sorpresa, en la Sesión Solemne al presentar un borrador de la revista, los textos de aquel profesional, con amplia solvencia en el ámbito de la escritura, no estaban. Aquí es pertinente señalar las palabras de la Dra. Rina Artieda, miembro de la Academia de Historia: “Con su trayectoria, le hacen un favor, al no incluirle en una revista de baja calidad académica”.

La revista no “veía la luz”,  se demoraba más de la cuenta. En un acto de caballerosidad, a pesar de las repetitivas afrentas y ante un nuevo requerimiento de un diagramador, el archivo en word le fue confiado. Pudiendo constatar terribles faltas ortográficas, sumado al deprimente estilo de redacción. Fue así, que en algo aportó para remediar ese horrible mal, aunque nadie mencionaba su aporte…

Mi amigo con quien compartía el café y escuchaba atento el relato me interrumpió: Entonces, es algo similar a lo de ésta revista, se la ve muy elegante por fuera, con papel de calidad pero su contenido es fatal y sentenció: Las faltas de ortografía en obras literarias afectan la calidad del contenido y la autoridad del autor. La ortografía es un aspecto fundamental del lenguaje, que debe ser trabajado desde la educación infantil y primaria. Es imprescindible que un profesional repase el texto en busca de erratas, faltas de ortografía o incoherencias gramaticales.

No olvidemos que la Literatura es un arte, siendo importante la labor de un equipo editorial con experiencia. No sacrifique la calidad del producto final, pensando ahorrar unos dolaritos o peor aún, intentando favorecer a alguien en particular. El objetivo de este artículo no pretende calumniar o ridiculizar, restando valor a las personas que no manejan correctamente las reglas lingüísticas; simplemente al ser las faltas de ortografía parte de nuestro cotidiano, cuando están aprendiendo a escribir los niños, deben hacerlo bien, evitando que caiga en ese vicio.

La buena educación es un vestido de gala, que se lleva toda la vida y que mejor con un lenguaje y estructura impecable. Tampoco normalicemos la vulgaridad al momento de expresarse. Recuerde que “más sabe el diablo por viejo, que por diablo”. Será que alguna vez escuchó: ¿añañay por encima, atatay por adentro?

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