Las recientes festividades en Azogues y la provincia de Cañar, celebradas el 3 y 4 de noviembre, en conmemoración de su independencia y provincialización, respectivamente, nos invitan a cavilar sobre la naturaleza y el propósito de estas fechas cívicas. Lamentablemente, lo que debería ser un momento de introspección y fortalecimiento de la identidad cultural, ha degenerado en una serie de livianas actividades que, lejos de contribuir a una celebración significativa, han promovido un consumo irresponsable de recursos públicos y un inmisericorde despilfarro de tiempo.
Tras un extenso feriado (6 días), la ciudadanía retoma sus actividades con una mezcla de descontento y cansancio. Las calles de la ciudad, cerradas para albergar festivales de todo tipo, se transformaron en innecesarios puntos de congestión; y, eventos tan diversos como los festivales gastronómicos y los desfiles folclóricos, alteraron el libre y normal funcionamiento de la urbe. Este “descanso colectivo” ha revelado, recalco, un preocupante fenómeno: las celebraciones han perdido el sentido cívico que originalmente las justificaba, convirtiéndose en jolgorios excesivos que promueven el desperdicio de tiempo y recursos.
En este contexto, el feriado también ha servido como escenario para la irrupción de figuras políticas locales que buscaban visibilidad en la carrera electoral, una práctica errada cada vez más común. Candidatos, sin distinción de afiliación, se volcaron a las redes sociales, especialmente al TikTok, ofreciendo saludos a la “ínclita y libérrima ciudad del pileu” (planta nativa de la región) en un gesto que no deja de ser superficial y simbólico. En un ambiente saturado de aspirantes, esta muestra de oportunismo solo confirma la fatuidad y la superficialidad de muchos de ellos, quienes parecen creer que con esas salutaciones bastaría para ganar el favor del electorado. La mayoría de estos candidatos carecen de trayectoria y capacidad, limitándose a la imitación de fórmulas mediáticas que buscan generar impacto, pero sin contenido sólido ni propuesta alguna para resolver los problemas estructurales de la región.
El panorama político se encuentra en una fase crítica, lo que ha originado una proliferación de propuestas aisladas que evidencian la falta de consenso y de cohesión, situación que propicia una desesperada “caza de votos” que no proyecta alternativas concretas para enfrentar la crisis generalizada, derivada de la crisis energética.
Con una Asamblea Nacional (A.N.) fragmentada y ahora sin una mayoría clara, existe el riesgo de que el próximo gobierno se enfrente a un periodo de agresión legislativa que obstaculice la implementación de políticas que fomenten el desarrollo. En este escenario, es fundamental que la ciudadanía comprenda el papel crucial que la A.N. jugará en los próximos años. Aunque la atención suele centrarse en los candidatos presidenciales, es en la A.N. donde realmente se definirán las políticas públicas y los controles que puedan garantizar un gobierno equilibrado y transparente. La composición de esta institución, con nuevos actores o con figuras recicladas, tendrá un peso decisivo en los consensos que logren alcanzar y en su capacidad para trabajar de manera efectiva.
Julio Cortázar afirmaba: “Mi diagnóstico es sencillo…: sé que no tenemos remedio”. Que esta frase no se convierta en una condena para nuestra región, sino en un llamado a la acción consciente y a la verdadera reflexión cívica que necesitamos.
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