
Fiódor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa cuando se encontraba recluido en una gélida prisión de Siberia, exclamaba en una carta a sus familiares: «¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!» Este pasaje de la historia era mencionado por Federico García Lorca, cuando intervino en su pueblo natal y acotó algo más: “No solo de pan, vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro…”
Creo pertinente iniciar con tan importante preámbulo para expresar sentidas razones del por qué, en aquella necesidad imperiosa similar al pan fuente de vida, o el agua que revitaliza nuestro ser interior, esa gratificante necesidad de instaurar un periódico escolar en una institución educativa, cual manantial límpido que emerge en la conciencia colectiva a través de sus distintos actores, en ese fin de generar nuevo y más pensamiento divergente, en cada una de sus aulas.
Cuando se tiene el alto honor de escribir, diversidad de pensamientos pululan, manteniendo en la retina la firme convicción de que “alguien” los leerá, sirviendo para un sentido análisis, una fuerte crítica o la apertura al debate. Al escribir, también afloran aquellos sentimientos que disciplinaron el espíritu y rigor de la mente, a través del ejemplo cabal, afincado en un mentor o primer maestro, en lo personal: mi amado padre, su práctica diaria de lectura vigente hasta el día de hoy, más sus dotes de justicia y superación, labraron este honroso legado de un camino silencioso por el que transito, en esa noble misión de querer propagar esta semilla fértil. Y mi madre, razón de mi existencia, heroína y fuente divina, de inagotable ternura, cúmulo de eterna sabiduría.
La escuela, desde su concepción en la época colonial, siempre ha tenido una persona que dirige la institución; en la actualidad recibe el nombre de rector o director, sin embargo, la evolución del concepto de escuela o institución educativa debería de mutar a organización educativa; desde ahí, analizaríamos quien es la persona que la dirige, qué hace, cómo se relaciona y se desempeña con los demás, en ese afán de proporcionar entre todos: innovación y calidad, a pesar de las limitantes, que se pudiesen presentar.
En la década de los 90 del siglo anterior, “Mi Escuelita” del maestro Julio Tamayo fue un revolucionario “naciente periódico escolar” que marcó un punto de inflexión, en la niñez de aquellos años; en mi caso, considero que fue el despertar cual renacer complaciente de esa avidez por la lectura, el periodismo y la escritura, trilogía sagrada, que ahora es un desafiante reto por eso formulo esta propuesta ya que través de un medio de comunicación institucional se puede replicar esa labor, en más de un estudiante junto al arte o el deporte, en un saber transdiciplinar.
Cual breve cortina del tiempo, que al dejar pasar los rayos traslúcidos del sol, luego de 20 años de trajinar en el ámbito académico he reflexionado sobre que implica ser un líder, asociando al liderazgo con personas que cambiaron la historia, dejando una impronta, su legado, su huella. A lo largo de la historia hay cruentos pasajes de cómo ejércitos, gobiernos y grupos totalitarios se dedicaron a devastar bibliotecas, archivos y libros de toda procedencia y condición. Bien lo decía el poeta alemán Heinrich Heine: «Allí donde se queman libros se termina quemando también a personas».
Si un docente presenta un proyecto, lo lógico sería que las autoridades aplaudan y apoyen esa iniciativa, más aun si versa sobre fomento de la lectura y la escritura, elemento sustancial del aprendizaje y en el que se asocian cual apéndices los demás saberes o disciplinas. Una afrenta mayúscula sería, no acoger esa propuesta y peor aún censurar sus escritos personales de aquel mentor, ¡que eso nunca suceda o que desaparezcan esos “severos directivos” autoritarios! Tampoco que otro intente acoger como propia esa “idea”, si eso acontece sería un procedimiento antiético y de deshonestidad intelectual.
Que las anteriores o nuevas autoridades que rigen los destinos, en este inicio del año escolar, de sus características que posean como líderes educativos, se verán las implicaciones en la calidad de la educación ofertada. En esencia, un líder educativo debe ser una persona ética, que influye proactivamente en su comunidad educativa consiguiendo los objetivos institucionales, que marcan la “pauta con los demás”. Padres y madres de familia, denles la confianza, apoyen ese tesonero trabajo que vaya en beneficio estudiantil y a ustedes les dejo con esta incipiente tarea… si lo hacen, aperturarán un camino de derroteros que al principio será espinoso, pero con sus primeros frutos, vendrá la recompensa.
Concluyo evocando nuevamente al genial Lorca, en aquel discurso, parafraseo un refrán muy decidor: “Dime qué lees, y te diré quién eres” y, sin duda, que eso lo resume todo. Acotando solo restaría decir: Los seres humanos somos pasajeros remotos, pero nuestras obras y acciones son imperecederas, por eso reemplacemos ese breve espacio de las redes sociales por el placer de la lectura así más adelante podrá ver en su entorno un árbol de lectura fornida, con raíces cimentadas y frutos para el deleite colectivo. Anticipadamente por este nuevo logro, ¡celebremos! A su salud…
Un niño lector, una especie en extinción… a no perder la fe..